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El infiero según algun@s |
“Te vas a ir al Infierno”, me ha dicho mi abuela en repetidas ocasiones. Ya antes me lo habían advertido mi mamá, varias de mis tías y hasta las monjas de la primaria en la que estudié. No sé porqué, pero lejos de asustarme, la idea me causaba un poco de emoción. “¿Al infierno, yo?”, me repetía por las noches antes de dormir. “No suena mal”.
Me iré al Infierno, según mis parientes, casi por todo lo que soy y hago. Radicaré en el averno por culpa de mis tatuajes, mis piercings, mis cabellos teñidos de colores, la música que escucho, los libros que leo, las películas que disfruto, los amigos con quienes me junto, las revistas en las que escribo (como Caco And Roll, ¡claro!) las cervezas que me bebo, los hombres que beso y las chicas con las que me acuesto y, si mis abuelas, tías y madre se hubieran enterado, hasta los churros que me fumo y que cosecho de mi propia macetita.
Todo aquello que hacía desde que ponía un pie fuera de la cama cuando era niña hasta el día de hoy, está encaminado a que mi alma arda por los siglos de los siglos en un caldero, alimentado de leña por un ejército de diablitos con cuernos y cola con final puntiagudo.
Entonces, dentro de mi lógica, eso no debe ser tan malo. Cuando uno camina irremediablemente hacia su destino las cosas salen bien. Además, bajo esa misma óptica, en el Infierno debe haber todo aquello que me gusta a manos llenas: libros de Nietzche, películas de Lynch, discos de Ezcorbuto, tintes vegetales, piercings y además, montones de mis amigos con quienes gozar de todo ello. Seguramente no nos faltarían sexo, drogas y rock and roll.
El rock me sugiere que el infierno representa un resort de lujo para pasar la eternidad, que tampoco es poco tiempo. Iron Maiden dice en "From Here To Eternity":
“El infierno no es un mal sitio, está aquí para la eternidad”.
Helloween tiene una rola llamada "Hell Was Made In Heaven", o sea que hasta Dios maquiló sus instalaciones, y Mötorhead canta, con la aguardientosa garganta de Lemmy: "Born To Raise Hell", y sí, yo me siento “nacida para despertar el infierno”.
Es más, quien haya prestado atención a la letra de "Sympathy For The Devil", de los Rolling, tiene muy claro que el señor Belcebú es un tipazo culto y refinado, con excelente gusto musical. El soundtrack con el que nos freirá vivos en el aceite de nuestros pecados ha de estar de poca madre.
Ya sé hasta cómo llegar. AC/DC dice que por carretera. Bernard Shaw, el escritor, dijo: “El infierno está lleno de aficionados a la música”. Yo diría que además está atiborrado de músicos. Debe ser una descomunal, orgiástica, apocalíptica e infinita pool party (aunque en piscina de fuego) en la que uno se asolea desnudo junto a Jim Morrison, Kurt Cobain, Ian Curtis y Janis Joplin, mientras nos bebemos los orines del cancerbero revueltos con Jack Daniels.
Está sin duda sería la autopista al infierno |
No sólo eso, también deben estar ahí escritores como Blake, Baudelaire y Sade, por lo que pediré que cuando me muera me entierren con sus libros. Chance en el Infierno me los quieran firmar sus autores. En el Cielo, en cambio, debe ser todo lo contrario: paz y tranquilidad, descanso, castidad, ayuno y oración. Algo así como un spa encima de las nubes en el que los ángeles te masajean el alma mientras disfrutas de un disco de world music, te recetan una sesión aromaterapia o haces yoga a la derecha del Señor.
Seguro a mi abuela le viene bien la idea, pero yo, que desde niña estuve predestinada al Infierno, seguro me moriría de hueva. Este fin de semana el papa Benedicto XVI viene de visita a México. Punkie que soy, de inmediato me puse a mentar madres porque el Vaticano y todo lo que tiene que ver con el Estado más rico del planeta me saca ronchitas.
En medio de una comida familiar, discutí con mi abuela. Le dije que aunque soy atea de hueso colorado, no tengo problemas que con la gente crea en Dios, eso es una decisión personal; sin embargo, sí me parece que la iglesia como Institución es directamente responsable de muchas de las calamidades que azotan al planeta: hambre, dominación, abusos sexuales y legitimación de los capitales dominantes.
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Si, la culpa la tiene el vaticano |
“Ay, mijita, no sé de qué hablas pero te vas a ir al Infierno por decir esas cosas”, me dijo mi abue al final. “Dios te oiga”, le dije al final. Obvio, me sorrajó una cachetada. Ouch.