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3.2.12

HOMO STUPIDENS // Primero muerta que en una banda

Axl Rose y Slash, una de las mancuernas más importantes del rock... y dos de los egos más grandes también

We're a happy family
Me, Mom and Daddy
-Ramones

Por: Ana Rchy

Primero muerta antes que formar parte de una banda de rock. Dos décadas de escuchar música, leer revistas y asistir a conciertos me ha ensañado que en el infierno no existe distinción de géneros musicales y que poco importa cuánto empeño le pongamos a parir nuestro Frankestein personal, sea punk, dark, reggae, electrónico o indie; al final las cosas siempre salen mal.

El dinero, si, el maldito dinero, pero mucho más que eso, el fantasma del ego. En una banda existen montones de egos, porque cuando un músico viene al mundo es porque Dios le puso una dosis extra de amor propio a la mezcla de barro y lo que sale es un ser que requiere beber atención como el más sediento de los vampiros. Por culpa de los egos Paul y John se pelearon para que el crédito de cada uno se escribiera antes que el del otro en las canciones; Slash y Axl desmembraron a la que debió ser la gloria más grande del hardrock (y el segundo se resignó a llevar por siempre un tatuaje con el rostro del primero, aunque lo odie), en el mundo y los hermanos Noel y Liam Gallagher no se dirigen la palabra aunque vinieron al mundo gracias a la misma mujer. 


Egos también distinguen a los managers, promotores, fotógrafos, novias y todo aquel que se relaciona con el caldo de antipatías que hierven en el caldero de una banda de rock.

Es que el rock si tiene la culpa. Cuando uno –me imagino, porque nunca lo he experimentado– se sube a ese pedestal olímpico que representa el escenario y le llueven aplausos, loas y el camerino se llena de lubricadas chicas dispuestas a complacer con sus cuerpos los caprichos del rockstar, uno sencillamente no quiere poner los pies en la tierra para volver a ser mortal. Es más, ni siquiera quiere compartir las glorias de la batalla con ningún otro mequetrefe. Así que no hay fortuna que alcance, las estrellas de rock se despedazan los unos a los otros en aras de quedarse con toda la lana.

Una amiga que formó una banda de heavy junto a otras tres nenas me dijo una vez que se sentía como si tuviera tres novias al mismo tiempo. Para quienes imaginen que irse de gira en esas condiciones significa bañarse desnuda junto a otras lindas efebas por la mañana y sostener febriles roces bajo las sábanas de hoteles de lujo, al tiempo que las lenguas sirven como espadas de carne en duelos de humedad, no existe nada más alejado de la realidad. 

Mi amiga van tres veces que cambia de cantante y dos de baterista. Hasta la fecha, sostiene que una de ellas, la primera, aparecerá en uno de sus conciertos para vengarse y asesinarla al mejor estilo de El Fantasma De La Ópera. Lo dice en serio. Aunque alguna vez se consideraron comadres de sangre, acabaron odiándose después de varios años de reñir por todo y por nada. 

Cuando estás dentro de una banda la convivencia obligada, la rutina rampante y el hacinamiento psicológico al que te ves confinado cuando tienes que componer canciones, ensayar, salir de viaje y compartir desde los cuerpos de tus groupies hasta los cepillos de dientes con las mismas personas, provocan que la olla exprés estalle a la menor provocación.

Otro amigo, bajista, tuvo la ocurrencia de ser novio de una compañera de grupo. ¿El resultado? Fue expulsado de la misma al cabo de unos meses, junto con el amigo en común, el guitarrista, que los presentó. En el camino perdieron letras de canciones, riffs de guitarra y pudieron sumirse en el Vía Crucis legal de una querella ante derechos de autor de no haber sido porque mi amigo prefirió dejar las cosas por la paz.

La banda de rock es peor que la familia disfuncional o el grupo de amistades destructivas. Cuando menos, de la familia se puede huir y de las malas compañías, alejarse. Cuando estás en una banda de rock y lo peor de todo, te está yendo bien, te ves obligado a quedarte, continuar componiendo y tocando. Dicen las malas lenguas, por ejemplo, que a estas alturas Keith Richards y Mike Jagger ya no se hablan y viajan en vuelos separados. Pero se ven incapacitados a divorciarse artísticamente por el bien de ellos y del mundo: ¿qué sería de este planeta sin los Rolling Stones? Son demasiados años como para empezar otra vez de cero, igual que los matrimonios añejados al calor del odio. Una banda te construye siameses psicológicos de los cuales resulta imposible separarse. En los cuartos de ensayo y habitaciones de hotel germinan las relaciones dependientes y enfermizas.

¿Realmente este par ya no se hablará?
Otro amigo me contó que cuando los Café Tacvba lanzaron los discos "Revés/Yo Soy", uno de ellos fue instrumental porque en esos días los cuatro músicos no se hablaban. También dicen las malas lenguas que en el reciente rompimiento de Maldita Vecindad hubo puñetazos y sangre de por medio; algo similar a lo que aconteció con Caifanes, Fobia y La Cuca, tres célebres separaciones que después se volvieron dulces reencuentros. Porque eso sí, cuando no pegas de solista te ves obligado a hacer de tripas corazón. 

Apenas ayer se anunció en un comunicado que Leonardo de Lozanne y Paco Huidobro continuarán adelante con Fobia, aunque el resto de sus compañeros emigró. La primera separación de la banda, acontecida en los 90, se debió a la mala relación entre sus integrantes. Ahora ambos están condenados a estar juntos por el bien de "El Microbito".

Con razón Adanowsky tocó todos los instrumentos en su álbum "Amador". Antes que lidiar con otros prefirió formar la única banda que era capaz de soportar: una banda de Adanes Jodorowskys. Y aún así, corre el riesgo de un día detestar su reflejo en el espejo.

No, ni madre. Yo no quiero que el Diablo me condene al infierno de estar en una banda de rock. Quiero demasiado a mis amigos y mis novios. Prefiero hacer mi disco con Pro-Tools o de plano, estudiar leyes o medicina. Primero casada y con hijos antes que en una puta banda de rock.


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