Lomas De Chapultepec, una de las zonas más "fancys" de la ciudad. |
Por: Ana Rchy
Por razones de trabajo, el otro día anduve vagando por Lomas de Chapultepec. Sinceramente hacía mucho que no merodeaba por esos rumbos e iba en compañía de un amigo que, también por motivos de trabajo, llevaba al hombro una aparatosa mochila repleta de material fotográfico, un tripié y algunos rebotes de luz. Resultaba muy complicado esquivar a otros transeúntes en las angostas banquetas de la fastuosa colonia chilanga con tantísimos triques como casas de caracol colgados de nuestros cuerpos.
Entonces me di cuenta que colonias como estas, y otras del estilo tipo El Pedregal o La Herradura, fueron construidas al servicio de los automóviles y en pos del olvido total del peatón, una subespecie humana a la que los ingenieros de tan boyantes zonas le dedican su más olímpica indiferencia.
¿Han intentado llegar a El Pedregal en pesero o salir de Interlomas en un microbús?
Cuesta un huevo y eso que no tengo. ¿Por qué? Porque sencillamente las pocas pero afortunadas –monetariamente hablando– familias de abolengo que las habitan, en poquísimas ocasiones se mueven por la fuerza motriz de sus piernas. Viven en coche. Son como centauros posmodernos que en vez de mitades de caballo, andan por la vida con mitades de caballos de fuerza.
Cuesta un huevo y eso que no tengo. ¿Por qué? Porque sencillamente las pocas pero afortunadas –monetariamente hablando– familias de abolengo que las habitan, en poquísimas ocasiones se mueven por la fuerza motriz de sus piernas. Viven en coche. Son como centauros posmodernos que en vez de mitades de caballo, andan por la vida con mitades de caballos de fuerza.
Inclusive, mi amigo y yo encontramos puestos de comida callejeros que por su limpieza hubieran pasado por restaurantes de lujo en cualquier colonia popular del DF, con todo y que estaban instalados en la banqueta. Ni siquiera olían y a grasa y sudor, ni muchos menos eran merodeados por perros pulgosos.
¿Alguien conoce la gasolinera que está en las calles de Moliere y Presidente Mazarik?
Sus empleados la atienden impecablemente vestidos de traje, aunque despachen la misma Magna que otros utilizan para alucinar.
Hablando de gasolina, ¿Alguien ha ido a una tocada de rock urbano? La sola denominación, que en estricto sentido no quiere decir más que eso, “rock de la urbe”, le saca ronchas a dos que tres mirreyes y su respectiva corte real de mirreinas.
“Es para nacos”, “Ni que fuera socióloga, para andarme metiendo en esos hoyos”, dicen los unos y sus otras.
La realidad es que el rock urbano cuenta con buena cantidad de fieles que domingo a domingo se reúnen en los más polvosos llanos y las más inexploradas construcciones de lámina para disfrutar de un cartel que invariablemente incluye a los mismos dieciséis estelares: Banda Bostik, Espécimen, Sur 16, Vómito Nuclear, Transmetal, Leprosy y una pléyade de estrellas marginales que todos hemos visto anunciadas en la agrietada y barnizada de resistol 5000 marquesina de una pared. Sin estrellitas ni foquitos luminosos, pero siempre con la misma consigna: llevar la música a los más necesitados de espíritu por ella.
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Clásico cartel de una buena tocada de rock urbano |
¿Si no fueran negocio esas tocadas, se seguirían haciendo?
Hasta la pregunta es necia. Con todo y sus bolsas de activo, sus cervezas tibias, sus infames sanitarios (que de sanidad no tienen nada) improvisados muchas veces en un hoyo escarbado en el piso, sus canciones que repiten riffs de guitarra ochenteros y sus letras que pocas veces terminan los verbos en un “viste” o “hiciste” si una “ese” final colgada al final, representan nuestro verdadero underground.
Le duela a quien le duela.
Vamos a cambiar de escenario. Me puse a pensar en el Plaza Condesa, considerada por muchos la Catedral Hipster de nuestros tiempos y el escenario trendy que aloja a las más vanguardistas, arriesgadas y experimentales propuestas musicales contemporáneas.
No diré nombres porque la neta es que ni siquiera estoy tan enterada de bandas indie, jungle, art y post no sé qué otras madres de apellidos les cuelgan. Soy más bien forever. Lo que es cierto es que con sus cervezas de 70 pesos, sus alfombras aterciopeladas, su PA de primer mundo y su jungla de chicos condechi de alzadísimos peinados (¡qué más daría por operarme los ojos y ellos utilizan lentes de pasta por voluntad propia!), que mezclan como auténticos Dj’s del mal hablar el castellano con el inglés, el Plaza Condesa es considerado por muchos el verdadero under mexicano.
¿Será?
Resulta que a los hipsters les laten las bandas que nadie más conoce, las que van despuntado, las que apenas tienen un disco, las que crecen en redes sociales, las que aparecen en Last.fm, las que “van” a ponerse de moda el año que entra y entonces…. dejarán de gustarles. Porque a los hipsters les atormenta vivir en el futuro y un paso adelante del resto de la humanidad.
Tristemente, esas bandas –la mayoría de las veces –representan el verdadero underground de otras naciones; es decir, el “rock urbano” de Europa, Asia y Estados Unidos.
Oops.
Claro, en Amsterdam no se meten activo, ni los obreros de allá viven como los de acá (cualquier diseñador gráfico hispter se daría de topes por ganar la mitad de lo que se embolsa un trabajador de la construcción en el Viejo Continente), pero tampoco podemos negar que a muchos les importa demasiado el color de la piel.
Como los homeless gringos son güeros, hay quienes imaginan que sus meados saben a Jack Daniels.
Pasa mucho en El Cervatino, donde los ignorantes acuden a endiosar manifestaciones culturales que, muy respetables, en Europa se presentan en el metro pero aquí nos los venden como la gran “exhibición vanguardista” y llenan auténticos teatros y foros de gran alcurnia.
Muchas de las bandas que acuden al Plaza Condesa son underground en sus naciones pero mágicamente aquí acceden al superground. Su rock urbano nos seduce y fascina.
Igual que ese puesto de quesadillas de las Lomas que aunque nos venda flor de calabaza a precio de orquídea, también nos puede enfermar de amebas.