Kurt Cobain encendiendo un cigarro junto a Dave Grohl |
El martes pasado subió el precio de los cigarros, como consecuencia de un impuesto especial aprobado por el Congreso de la Unión. Aquellos que cuando comencé a fumar cuando estaba en tercero de secundaria, me costaban quince pesos, ahora se cotizan en 40 por cajetilla. Sí, yo fumaba; pero por fortuna lo dejé hace poco más de tres años.
En bastantes ocasiones se ha escrito acerca de la relación del cine y el cigarrillo, pero fumar es una actividad al que no le es ajeno el rock and roll. La imagen de un músico a quien le cuelga un cigarrillo entre los labios resulta casi un paradigma. Recuerdo a Kurt Cobain sosteniendo uno en el célebre Unplugged de MTV y a Slash, de Guns N’ Roses, dejando que uno se asomara de entre su greña mientras hacía chillar las seis cuerdas de su Gibson Les Paul.
Slash y su inseparable amigo, el cigarro |
Esta mañana platiqué con la viuda de un viejo y buen amigo. Él se llamaba Raúl Parra, era poeta y murió hace tres años a consecuencia de una diabetes mal cuidada agravado por un padecimiento –enteramente producido por su costumbre de consumir religiosamente dos cajetillas diarias, una con filtro y otra sin– que le endureció las venas e hizo que poco a poco le fueran amputando los miembros. Sólo le salvaron la mano izquierda con dos dedos. Los últimos años de su vida utilizó una silla con motor para moverse. Su mujer dice que sufría unos dolores indecibles.
Por eso siempre digo que la peor decisión que pude haber tomado fue fumar; y la mejor aunque me tardara más de diez años, dejar de hacerlo.
Sin embargo, los cigarrillos como instrumento literario han inspirado inolvidables canciones de rock. "Smoking In The Boys Room", de Mötley Crüe, habla de meterse con los amigos a fumar a escondidas en el baño al salir de clases y Oasis, en un sentido similar dice que buscó un poco de acción en el mundo “pero solo encontré cigarrillos y alcohol”. Aparecen de manera casual en canciones de Alanis Morrisete (“Tengo una mano en mi bolsillo y la otra sacude un cigarrillo”) o de U2 (“Luz verde, Seven Eleven, te detienes por un paquete de cigarrillos”) y hasta sirven como metáfora para El Haragán y Cía (“Él no respira, fuma…”). En fin, la música se sirve de ellos como personajes recurrentes. Jimmy Eat World, Never Shout Never y Augustana tienen algo en común: canciones tituladas "Coffee And Cigarettes".
La portada del sencillo "Coffee And Cigarettes" de Jimmy Eat World |
Es probable que si googleamos alguna fotografía de algunas mujeres relacionadas con el rock; por ejemplo Courtney Love o Amy Winehouse, algunas de ellas aparecerán fumando. Y se ven terriblemente sexys.
La siempre controversial viudad de Cobain, fumándose un cigarrito |
Pero en la vida real no es un hábito tan cool. Sale muy caro –desde el martes pasado dos pesos más– y encima, tiene consecuencias poco saludables tanto para fumadores activos como pasivos. Mi madre falleció de un cáncer de vejiga propio de fumador aunque nunca en su vida encendió uno. El cigarro es emisario de la muerte. Para nadie es un secreto que su gusto por fumarse hasta cuarenta en un día, le costó a Gustavo Cerati un accidente cardiovascular que lo mantiene en coma.
Me tocó crecer cuando aún se podía fumar en espacios cerrados en el DF. Muchas de las tocadas a las que asistí en Rockotitlán, Rock Stock o El Bulldog, fueron ambientadas con un acre olor a humo. Me receté altas dosis de alquitrán tanto por lo que yo encendí como por los que otros rockeros hicieron. Inclusive muchos de mis músicos favoritos fumaron en el escenario; cosa que entiendo hoy en día está prohibida.
Pero antes de que esta columna se convierta en una moralina lección acerca de la bondad de dejar de fumar (que siendo realista, son muchos los boletos que alguien puede comprar cuando deja de invertirlo en esos famosos taquitos de alquitrán, ya que según el INEGI un hogar mexicano destina hasta el 0.2% de sus ingresos en cigarros), es mejor terminarla.
Pero sí diré que desde que dejé de fumar comencé a guardar cuanto billete de 20 pesos me cae en la mano –que era lo que costaba una cajetilla cuando aposté por un cambio de vida– y cada fin de año rompo un cochinito lleno de dinero y nuevas respiraciones.
Muchos de quienes leen tienen menos de 25 años. Para ustedes resulta natural que esté prohibido fumar en espacios cerrados. Inclusive me atrevo a pensar que cada vez son menos los jóvenes que adquieren el hábito, sumado a que está de moda además hacer ejercicio, ser delgado, vestirse bien y en algunas ocasiones, alimentarse de forma vegana. Muchos ni siquiera beben alcohol.
Los viejos rockeros malvivientes, viciosos, andrajosos y autodestructivos han sido reemplazados, en algunos sectores, por ídolos metrosexuales y bien portados. Y hay que ser sinceros, tampoco escriben malas canciones. Incluso se ha puesto en boga el Straight Edge. Créanlo o no Marilyn Manson, me dijo una vez su manager, es alérgico al cigarro. El mismísimo Anticristo puede ser fumigado con algunas volutas de humo. Moby, a quien entrevisté hace cosa de un año, me dijo que desde que dejó de beber ya no le gusta salir de fiesta porque se aburre. Pero claro, siempre tendremos a León Larregui, de Zoé, y a Pete Doherty, que ya ni siquiera saldrá de viaje con los Babyshambles.
Pete Doherty, uno de los ultimos "niños malos" del rock. |
Yo lo dejé hace tres años, pero no me molesta escuchar canciones sobre cigarros. Y mientras lo hago, van veinte pesitos más a la alcancía.